Mis oídos no sabían hacia donde ir, pues los aromas de las dulces canciones los atraían como el néctar a las abejas. Sin embargo, hubo una en particular, y su creador se llamaba Yann Tiersen.
¡Qué hermosa!
Realmente, querido compañero, deberías escucharlo. Búscalo, encuéntralo, y deléitate. Aunque de todas maneras pienso ir a su encuentro todas las tardes, y así grabarlo. Entonces, el día en que vuelva a mi tierra, nos reuniremos tú y yo, y escucharemos las melodías que probablemente nunca más nadie pueda superar.
¡Ah! Me olvidaba, te envío una foto de él, quién sabe, tal vez ande de visita por tu ciudad algún día, y llegado ese caso, deberás reconocerlo.
Hasta la próxima carta. Cariños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario