Ayer fue un día trascendente en mi vida, e imagino que ha tenido el mismo significado para todos aquellos que han atravesado por él. No pienso que la etapa de la secundaria tenga mayor valor que otras épocas de la vida misma, porque cada camino por el que transitamos puede resultarnos inolvidable o inmemorable según las experiencias y recuerdos de cada uno. Por mi parte, tan sólo llevo vividos 17 años, tiempo que para algunos puede significar la duración de un matrimonio, el período para terminar de pagar una casa o la condena de algún criminal. Sin embargo, personalmente, significan absolutamente todo, porque valga la redundancia, son todo lo que tengo. No pienso quejarme de ninguno de ellos, creo que cada uno de mis días y los de mi familia han sido bendecidos por Dios, (Y si te consideras ateo, llamémoslo “El amor universal”), ya que siempre nos hemos regido por la fe en nosotros como familia.
Si debo hacer un balance de mis, aproximadamente, 6205 días de vida… puedo decir que no existe razón en el mundo por la cual deba sentirme apenada, o arrepentida de algo. Es decir, he cometido errores humanos, he necesitado tropezar para aprender a esquivar las piedras, pero siempre he sabido mantenerme en mi camino. Aquella senda que mi familia me trazó desde el nacimiento, y que pude delimitar mediante creencias, aprendizajes, experiencias, amistades, oportunidades y demás chances que la vida me ha otorgado.
Soy muy joven, una aprendiz de esta vida. Vida que me resulta apasionante, la mejor creación, la única que vale. Sin la vida, nada de lo que conocemos sería posible, ni nosotros mismos pues seríamos inexistencia pura, significaríamos la infinita negrura de la nada misma. Y eso, eso sí que asusta.
Para lo que se viene, me propongo simplemente poner todo mi espíritu y positivismo a flote, unos de los combustibles más importantes para el alma y para cumplir nuestras metas. Nadie tiene el derecho o el poder para tildarnos de incapaces o inútiles, la fuerza está en nuestro interior.